El 60% de los encuestados considera que la Rambla sufre un proceso de degradación y sólo un 36% opina que está en la misma situación de siempre. A la hora de atribuir responsabilidades sobre las causas de esta situación, los encuestados señalan en primer lugar la acción –o la inacción– de la Guardia Urbana. También responsabilizan, en menor grado, a la deficiencia de los servicios de limpieza.
Llama la atención que en tercer y cuarto lugar, el sondeo atribuye a los propios barceloneses y al turismo, por igual, cierta responsabilidad en la degradación del paseo. Es también relevante que la sensación de que la Rambla pasa por un mal momento es compartida por todas las sensibilidades electorales.
Una pregunta específica de la encuesta cuestionaba cómo resolver el problema de la visibilidad de la prostitución en la calle. El 88% se muestra partidario de legalizar la prostitución en lugares cerrados. Sólo un 7% de los encuestados se identifica con los abolicionistas y defiende la persecución de los clientes y de quienes se prostituyan.
Pero en general la valoración de la gestión no es buena. Cuatro de cada diez entrevistados consideran que la administración de la ciudad es mala o muy mala, tres la juzgan positivamente y dos se quedan a medias tintas. Agrupados por partidos, sólo entre los electores socialistas hay una mayoría relativa (50%) decididamente partidaria de las bondades de la gestión de Hereu. En el resto de las sensibilidades electorales representadas en la encuesta, la mayoría son críticos. Y esto ocurre incluso entre los socios del bipartito, ICV, cuyos electores entusiastas y detractores están empatados.
Bien es cierto que la mayoría, representada por algo menos de la mitad de los encuestados, el 47%, considera que la situación de Barcelona es buena o muy buena. Pero merece la pena recordar en este sentido que en el anterior sondeo ese mismo grupo superaba el 60%.
Al descender al detalle de los aspectos críticos de la gestión, el alcalde Hereu suspende en tres de las ocho áreas analizadas específicamente en la encuesta. La seguridad ciudadana es la primera tacha. En segundo lugar emergen las dudas sobre la transparencia en la gestión, donde se aprecia una llamativa unanimidad que recorre todas las sensibilidades políticas: la sombra de casos de corrupción como los investigados en Santa Coloma de Gramenet se extiende, según la muestra, al Ayuntamiento de Barcelona. Es relevante también en este sentido que la mayoría de los barceloneses critique abiertamente el gasto en informes. Sólo un 18% los cree justificados.
En este análisis de la gestión, también ganan por mayoría quienes se muestran críticos con el tráfico a pesar de que, hoy por hoy, las dificultades para circular por la ciudad figuran en el séptimo puesto de las preocupaciones de los barceloneses. Por delante se sitúan, entre otras preocupaciones, la vivienda y la inmigración, amén de la seguridad.
Por el contrario, la limpieza urbana logra un aprobado justo y pierde relevancia en la lista de los principales problemas detectados en la ciudad. En el lado positivo del fiel de la balanza no son desdeñables tampoco la buena nota que adquieren el transporte públicoolas instalaciones deportivas, que encabezan la lista de los asuntos positivos de los que puede enorgullecerse el alcalde.
Es importante –probablemente decisivo en término electorales– el hecho de que el deterioro del espacio público se haya convertido en el mayor punto crítico en este sondeo. La seguridad ciudadana en las calles de Barcelona es hoy por hoy el principal problema que detectan los barceloneses y la principal tacha en la gestión que imputan al gobierno local. Un detalle que no es menor: cuando se pregunta a los encuestados quién es el principal responsable de la constatada degradación de la Rambla, se apunta, en primer lugar, a la Guardia Urbana.
En línea con esta percepción, el sondeo advierte el fracaso de la aplicación de la ordenanza de civismo. En los cuatro aspectos abordados (la presencia de la prostitución en la calle, la visibilidad de la mendicidad, la suciedad y el consumo de alcohol) son más quienes creen que han aumentado que quienes opinan que ha disminuido tras la aprobación en el 2006 de la nueva norma de convivencia de Barcelona.
Dos notas se cruzan en esta encuesta de un modo aparentemente contradictorio. Una mayoría de los barceloneses considera que la capital catalana ha ganado importancia como polo económico, culturaly político, pero, sin embargo, también consideran que la ciudad no ha evolucionado bien.
Respecto a la proyección de la ciudad: una mayoría –ciertamente ajustada, un 36% contra un 32% que opina lo contrario– considera que, en los últimos años, Barcelona ha ganado importancia. Estas opiniones son defendidas básicamente por los electores identificados con los partidos de la izquierda mientras que, en sentido opuesto, se pronuncian los votantes más conservadores.
En cambio, la percepción de la evolución general de la ciudad no es buena. Un 47% de los encuestados considera que ha empeorado y sólo un 25% opina, en cambio, que ha ido a mejor en los últimos años. Resulta relevante comprobar la evolución de esta percepción. Hace dos años, quienes creían que había mejorado sumaban el 34% de los encuestados. Ahora la evolución es en sentido opuesto. Quienes creían que había ido a peor eran sólo el 30%, y ahora representan 17 puntos más.
Cabe preguntarse por qué en una ciudad que, tras los Juegos Olímpicos de 1992 siempre ha considerado su proyección exterior como un asunto clave de su autoestima se produce este cruce entre la buena imagen externa y el deterioro de la percepción de su evolución.
Otros elementos de esta encuesta pueden arrojar cierta luz sobre esta aparente contradicción y desvelar un conflicto creciente entre el uso global de la ciudad y el uso local. En este sentido es relevante que, entre los motivos que los encuestados apuntan para explicar el deterioro de la Rambla, se señale el turismo. De nuevo, parece que el problema más importante que enfrenta el gobierno de la ciudad en estos momentos es el uso del espacio público. Barcelona va gana enteros puertas afuera, pero eso ya no consuela ni compensa a quienes hacen un uso cotidiano de su espacio. Tal vez ahí radica el sudoku que deberán resolver en el futuro los administradores de Barcelona.